Ponencia ofrecida en
la Segunda Sesión del Módulo 1 de What`s
APRA el 27 de agosto de 2011.
Por Chiara Ode, estudiante de la PUCP
El texto que comentaré a
continuación (“El gran desafío de la democracia”) es un texto inédito de Haya
de la Torre, publicado por primera vez en el libro Pensadores de la República (Ceplan 2011), que es una antología de
pensadores peruanos del siglo XX cuyas propuestas guardan vigencia a pesar del
tiempo que ha transcurrido. El texto de Víctor Raúl, que es el que nos compete,
es la transcripción de un discurso ofrecido en el Teatro Municipal de Lima el 6
de octubre de 1945.
El concepto de aprismo y
democracia se remonta al discurso de Víctor Raúl Haya de la Torre ante el
primer congreso del Partido Aprista, que
se llevó a cabo el 20 de agosto de 1931. Discurso en el cual se preparó
ideológicamente al partido para iniciar la campaña electoral de ese mismo año,
cuando se rivalizaba con el candidato de derecha Sánchez Cerro. Allí se expresó
lo siguiente:
“El
aprismo es un partido democrático de izquierda. Considera a la democracia como
una función tanto política como social. Vale decir, otorga a la concepción democrática
un contenido funcional. La democracia “pura”, liberal, exclusivamente política
es la que caracteriza a los Estados en los que solamente se vela por la
igualdad nominal de los hombres ante la ley, movidos por un gaseoso ideal de
libertad individual y nacional. El aprismo —y esta es su esencial diferenciación de los
viejos partidos y las totalitarias y dictatoriales internacionales comunistas y
fascistas— considera a la libertad del hombre como ciudadano y como
trabajador, inseparable de la justicia social. Por tanto, su concepto de una
libre democracia es inherente a la de una democracia económica.”
En la anterior cita, cuando Víctor
Raúl se refiere al “contenido funcional” que debe tener la democracia, se apela
a la idea del aporte laboral, desde distintas especialidades, que debe
encontrar su lugar y su modo de aportar a un democracia que no sea meramente
nominal, ni formal.
El día de la ponencia |
Cabe reparar en la acusación que
se suele hacer al aprismo respecto a promover un programa revolucionario
violento —lo
cual no es cierto— porque el partido aprista siempre luchó para que se restituya
la constitucionalidad como condición para luego llevar las reformas sociales a
cabo, pero siempre a través de la democracia.
En el mismo discurso, encontramos
lo siguiente:
“La democracia
de izquierda en Nuestra América se nutre de una tradición de libertad inspirada en los ideales de las
revoluciones norteamericana y francesa.”
El concepto de izquierda
democrática abarca tres principios fundamentales que se remontan a los
fundamentos de la independencia americana, tanto de los EE UU como de América
latina y a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la
Revolución Francesa. En primer lugar está el concepto de tener una especial consideración
hacia los más pobres. En segundo lugar, se asume la famosa frase: “gobierno del
pueblo para el pueblo y por el pueblo”, es decir la soberanía popular. En tercer
lugar encontramos la defensa de la democracia contra todo acto usurpador del
poder soberano del pueblo. El término “izquierda democrática” responde también
a esta tradición de libertad revolucionaria que el aprismo defiende con mucho
celo. Modernamente se denomina “derecho a la insurgencia ciudadana” que Haya de
la Torre propuso en la Constitución de 1979, quedando escrito en el Artículo 82
de la siguiente manera:
“Nadie debe
obediencia a un gobierno usurpador ni a quienes asuman funciones o empleos
públicos en violación de los procedimientos que la Constitución y las leyes
establecen. Son nulos los actos de toda autoridad usurpada. El pueblo tiene el
derecho de insurgir en defensa del orden constitucional”.
Frente a estos dos precedentes el
aprismo se ha mantenido firme defendiendo estos principios de justicia social
que se resumen, en síntesis, en la fórmula de “pan con libertad”, que también
puede expresarse así: ni libertad sin pan, ni pan sin libertad; ni democracias
sin justicia social, ni dictaduras que prometen justicia cercenando la
democracia. A propósito de lo anterior nos podemos detener en una reflexión de
Víctor Raúl: “La democracia responde que comer sin libertad es el destino de un
prisionero”.
Los principios antes mencionados
están ampliados y fundados de manera prevalente en el discurso antes mencionado,
titulado “El gran desafío de la democracia”; pero antes de adentrarnos en él es
importante ubicarnos en el contexto. La coyuntura de fines de la Segunda Guerra
mundial abrió puertas muy importantes para la democracia, pues se había vencido
al totalitarismo en nombre de esta. Y por consiguiente, la democracia se convirtió
en el principio ordenador del mundo de la post-guerra. Por esta razón, una de las
primeras consecuencias del fin de la II Guerra Mundial fue la convocatoria a la
fundación de la ONU y el establecimiento a nivel mundial de los DD HH que se
logró finalmente en 1948.
Haya de la Torre consideró
fundamental que todos los países y especialmente los de América Latina se
convencieran de la necesidad de erradicar las dictaduras. La principal
referencia para ello eran las cuatro libertades proclamadas por Roosevelt. Dicho
sea de paso, este es el primer discurso de un Presidente de los Estados Unidos
donde se incluye el derecho a la justicia social, como parte de los derechos
democráticos.
Estas “Cuatro Libertades”, proclamadas
el 4 de enero de 1941 por el presidente Franklin D. Roosevelt como base esencial
de la democracia, en oposición al eje alemán-italiano-nipón, eran: “Libertad de
palabra y expresión, en todo el mundo”; “libertad de cada persona para adorar a
Dios a su manera, en todo el mundo”; “libertad de la necesidad […] que asegure
una vida pacífica y saludable para sus habitantes, en todo el mundo”; “libertad
del miedo […] hasta el punto […] que ninguna nación esté en posición de cometer
un acto de agresión contra un vecino, en todo el mundo”. Esta “libertad de la
necesidad” significa que es una obligación de la democracia lograr que ya no
haya pobreza.
Con esta ideología USA entra a la
guerra, y una vez ganada esta, tales ideas se imponen en el mundo. Haya de la
Torre dio mucha importancia a este discurso, porque coincide en términos
generales con los principios democráticos del aprismo, promulgados en sus
discursos de 1931 sobre el carácter indesligable de la democracia social y
democracia económica.
No obstante, su entusiasmo por
las cuatro libertades de Roosevelt, Víctor Raúl propuso que la defensa de la
democracia se haga siempre respetando el espacio-tiempo con América del norte.
“Por eso como
norma realizadora y coordinadora de la vecindad entre las dos Américas, la que
había realizado la democracia y la que estaba recién cumpliéndola, surge
nuestro lema aprista que dice: Interamericanismo democrático sin imperio”
Cuando se refiere a interamericanismo
democrático sin imperio se refiere al anti-imperialismo constructivo. El termino interamericanismo, quiere decir, en
términos generales, relación de igual a igual entre las dos Américas; un
vínculo que sea horizontal y que no admita dominación.
Otra consecuencia de las cuatro
libertades de Roosevelt, es la aplicación de éstas pero de manera original y
creativa, partiendo de nuestro propio espacio tiempo histórico. Dice Víctor
Raúl:
“Ya no
podemos seguir imitando. Ya no podemos seguir jugando a lo que hacen los
grandes. Ya no podemos seguir siendo colonos mentales de cualquiera. La
libertad, la independencia y soberanía, no son sólo palabras. Responden a
conceptos, responden a actitudes mentales, responde a Estados de conciencia
nacional”.
Haya de la Torre también muestra
preocupación por las opiniones contrarias a la democracia, en términos de que
el país sería inmaduro para aplicarla:
“Cuando nos
dice: no estamos listos para la libertad, no estamos listos para la democracia.
Nosotros respondemos: ¿Para qué democracia? ¿Para la democracia inglesa? No
estamos listos. ¿Para la democracia norteamericana? No estamos listos. Pero,
para una democracia que contenga esencia de almas y que aplique pragmáticamente
normas de realización propias, para esa sí estamos listos. “
Ahora, otro tema importante,
contra aquellos que afirman que hubo un cierto viraje y que el aprismo había
abandonado sus principios en 1945, al alinearse con Roosevelt, Haya nos aclara,
que entre otros aspectos, que sigue vigente uno fundamental, este es: el
derecho a la insurgencia popular contra los usurpadores del pueblo.
“Resplandece
claramente que en América también valía el principio fundamental de las
democracias sajonas, que es el derecho de rebelión cuando el gobierno no
responde a sus deberes. Porque ese el sentido del equilibrio de la democracia
inglesa y la democracia sajona, fijada en el acta de independencia de los
Estados Unidos, cuando dice que si el gobierno no responde a su obligación de
asegurar la libertad, la solidaridad y la felicidad de los habitantes del país,
debe ser cambiado. Y Lincoln, en su primer discurso al tomar el poder de los
Estados Unidos, confirma este derecho, que es el derecho a la protesta, que es
el derecho prevalente y vital de la
democracia inglesa, que es el derecho que señala un límite al rey a tener su
gobierno y su oposición, que es la obligación de discutir y no asustarse con
las críticas de la discusión. Que es en buena cuenta el ejercicio pleno y
educador de la libertad.”
Este tema es importante porque
señala el vínculo revolucionario del aprismo con los diferentes movimientos
revolucionarios por la democracia de Cromwell en Inglaterra y de Jefferson en
USA, grandes defensores del derecho a la rebelión, a la insurgencia cuando se
atenta contra la democracia. Estas enseñanzas fueron un referente fundamental
para los próceres de la independencia de América Latina, ente ellos Francisco
de Miranda y Vizcardo y Guzmán.
Haya de la Torre hace parte de
este principio como continuidad de la izquierda democrática.
Por último, hay que mencionar que
la democracia política y económica requiere necesariamente la justicia social,
que incluya dos aspectos: Igualdad de oportunidades y democracia como escuela.
En primer lugar, encontramos la igualdad de oportunidades, es decir, igualdad
en el punto de partida. En este sentido, cito lo siguiente:
“No queremos
sólo democracia política, queremos democracia social; queremos democracia que
incorpore al hombre no sólo como ciudadano, sino también como trabajador manual
e intelectual. Queremos democracia que haga valer los derechos del número y de
la calidad cuantitativa y cualitativa. Que no solamente cuente los votos del
electorado, sino que sepa qué categoría mental y qué responsabilidad tiene ese
electorado. No es la democracia que entienden algunos, de igualdades rasantes y
destructoras de todo estímulo personal. Es la democracia de la igualdad en la
oportunidad; de igualdad en el punto de partida; de la igualdad, diremos con el
lenguaje juvenil, de la igualdad en la chance.
Pero no una
democracia que sea tirada y arrastrada como quienes no saben marchar con sus
propios pies. No una democracia de privilegios para nadie. Ni privilegios para
arriba, ni privilegios para abajo. La igualdad de oportunidad, la igualdad en
el punto de partida, la igualdad de posibilidades. Esa es la base y la esencia
de una democracia social.”
En segundo lugar, tenemos la democracia
como escuela. A propósito de ello, Víctor Raúl menciona lo siguiente:
“Pero nuestro
punto de partida es el enfocamiento
de la realidad del Estado como escuela, como educación, como cultura. Como
escuela no sólo de lecciones teóricas, sino de
enseñanza de ejemplaridad en la conducta viva, ostensible y sujeta a la
crítica de la opinión. Escuela con buenos maestros, aquellos maestros que hacen
causa en los países que realmente quieren tomar rumbos civilizadores;
maestros cuya biografía se pueda leer entera. Democracia que eduque para la
libertad, sin tenerle miedo a la libertad.
[…] El aprismo enfoca pues, así, la democracia como una cultura.”
Además de esta concepción de
democracia como escuela, está también la idea de escuela que Víctor Raúl llama dignificación del trabajo.
La democracia debe ayudar a que el trabajador se capacite y prospere como parte
de la prosperidad de toda la nación. Al respecto:
“Cuando al
trabajo manual y empírico, se le da la dignificación del conocimiento, de la
ciencia y de la cultura, el sacamuelas de ayer es el doctor en odontología de
hoy; y el curandero de otrora es el médico cirujano tan necesario en nuestros
días. Generalicemos la obra de dignificación por la cultura de todos los
trabajos y daremos a cada una de las
labores su rango social de dignidad y utilidad. […]
Entonces, el
nuevo Estado no incorpora al hombres simplemente porque es ciudadano, si no
porque cumple una función en la vida colectiva. Esta es una democracia que hace
del ciudadano un trabajador; la democracia de la función, la democracia social,
la democracia inseparable de los nuevos principios de justicia integral […]”
Estos principios y lineamientos
siguen estando vigentes así como siguen habiendo personas que creen que nunca
estamos listos para la democracia. Es nuestra tarea como jóvenes (si acaso
están de acuerdo con lo que acabo de proponer) hacer del siglo XXI el siglo de
la democracia social, cuyos principios fueron trazados y soñados por los
grandes pensadores del siglo XX, entre los cuales se encuentra Víctor Raúl.
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