Columna de La Tribuna 26/05/1946. Click para agrandar |
Nota de presentación del Ojo Izquierdo: Fernando Belaunde Terry (1912-2002), jefe y fundador del partido Acción Popular y dos veces presidente del Perú, cuyo centenario se ha celebrado este mes de octubre, tuvo una larga historia de fricciones y conflictos con el aprismo. Sin embargo, hubo un período de afinidad y simpatía mutuas. Fue en los comienzos del gobierno de Bustamante y Rivero. Belaunde fue el más elocuente defensor del proyecto aprista del Congreso Económico Nacional, presentado al debate de la Cámara de Diputados el 16 de mayo de 1946. Leamos sus interesantes argumentos reproducidos del Diario de los Debates del Congreso por el diario La Tribuna:
El señor Belaunde
Terry. Señor Presidente: después de haber sido fundamentado, en forma
general, el proyecto del Congreso Económico por los voceros del Partido que lo
ha traído a la Cámara, cumplo un deber al agregar mi modesta palabra a la de
ellos para apoyar esta iniciativa que fue acogida con gran calor en el Frente
Democrático, en los días preelectorales, por ser una iniciativa unificadora.
Recuerdo, señor Presidente, una reunión clandestina que
celebramos entonces, en una casa, rodeada de soplones. Nos habíamos reunido allí
hombres sin partido y personeros de agrupaciones políticas que integraban el
naciente Frente Democrático y habíamos acordado, por iniciativa del Jefe del
Partido del Pueblo, poner sobre la mesa todos los proyectos y todos los
programas de gobierno, para ir eliminando aquellos tópicos que significaran
desunión y discordia. Esa memorable noche se retiraron de la mesa todas las
ponencias que insinuaban peligro de una división futura y, entre las pocas
plataformas que fueron quedando en ella, se encontraba la iniciativa del
Congreso Económico Nacional. Es por eso, señor Presidente, que espero que este
proyecto, que viene precedido de un antecedente unificador, se estudie en esta
Cámara en un ambiente igualmente armonioso, un ambiente que, lejos de producir
la simple aceptación mecánica de su texto completo, oriente ponderadamente la
discusión y el debate de su articulado, a fin de que la Nación halle en él lo
que espera de él.
Yo encuentro muy significativo este proyecto, porque me
parece que es, efectivamente, la cristalización de un deseo de concordia que
tuvo sus primeros anuncios al empezarse el proceso político del año pasado. El
Partido que hasta entonces vivía en la clandestinidad quiso tender la mano a
sus enemigos políticos. A pesar del esfuerzo que se ha hecho por desvirtuar
esta realidad, oponiendo a la evidencia de los hechos concretos lo ficticio de
los hechos imaginarios, yo creo que nadie debe dudar de su sinceridad de
propósitos, porque es un gesto muy significativo este de haber tendido la mano
a sus adversarios políticos. Pero ello no bastaba: había que tenderle también
la mano a ese gran sector de la ciudadanía que se denomina “apolítico” por
razón de la actividad que ejerce. Y eso se ha hecho por medio del proyecto de
ley que nos ocupa. (Aplausos prolongados).
A pesar de los claros y honrosos antecedentes que he
señalado se ha hecho una campaña para desvirtuar la finalidad del Congreso
Económico Nacional, haciéndolo aparecer maliciosamente como una tentativa para
crear “un Estado dentro de otro Estado”. Desgraciadamente, los chismes, las
intrigas y los cuentos políticos se difunden aquí muy fácilmente y pocas
personas se dan el trabajo de confrontarlos con los proyectos en que se
originan, para ver si tienen fundamento o no.
Yo encuentro en el Artículo 4º del proyecto esta contundente
declaración: “Las decisiones del Congreso Económico Nacional tienen el carácter
de recomendaciones técnicas al Estado”. He dicho “recomendaciones”, señor
Presidente. Y cuando un cuerpo técnico no es respetable, no es honrado, ni es
capaz, sus recomendaciones van al canasto; pero cuando esa entidad se hace
respetable por la forma como trabaja, por el espíritu que la anima, sus
recomendaciones, por su propio peso, se convierten en órdenes. (Prolongados
aplausos).
Hablaba el ingeniero Muñiz de desligar un poco la marcha
económica del país del calendario político que, cada seis años, nos crea un ambiente
de zozobra e inquietud en el Perú. Me parece que el Congreso Económico puede
llenar un rol muy importante en el sentido de atenuar este mal. Creo que el
nuevo régimen ha dado una prueba elocuente
–que por cierto no han recogido algunos periódicos – de no destruir lo bueno que se haya hecho en
el pasado. (Grandes y prolongados aplausos).
Recuerdo, señor Presidente, que cuando vino la revolución
del año 30, los revolucionarios de entonces, en gesto de arrebato y violencia,
barrieron, sin discriminación, con lo bueno y lo malo de la administración
pública anterior. Así, por ejemplo, en el norte del país quedó a medio hacer
una gran obra de irrigación. Así también quedó inconcluso y abandonado un
ferrocarril y otras cosas más. Ahora, señor, en esta revolución sin sangre –que
muchos no han apreciado lo suficiente– ha habido respeto por las obras de los
gobiernos anteriores. Allí están los trabajos de las Corporaciones del Santa y
del Amazonas para atestiguarlo, porque no han sufrido un ápice con este cambio,
que ha traído investigación pero no destrucción.
Estimo, Señor Presidente, que en estas Corporaciones y otras
más a crearse y en las que ya hemos aprobado, como la de la Vivienda, la de la
Alimentación y la que debe establecerse para la industria del zinc, tendrá el
Congreso Económico muy buenos elementos de trabajo. Estas Corporaciones deben
permanecer siempre al margen de la política y el mérito de los legisladores o
de los gobernantes debe radicar únicamente en el impulso y la buena orientación
que sepan darles, desde el Parlamento o desde la Casa de Gobierno.
El Congreso Económico tiene también otro aspecto muy
interesante: el de la descentralización, su estudio de las diversas regiones y
la creación de organismos locales tiende, evidentemente, a ese fin. Yo no tengo
duda de que vamos a obtener con él resultados muy plausibles, aunque creo que han
de demorar algo. No soy de los que ponen toda su fe en su cuerpo deliberante;
porque tengo puestas más esperanzas en sus organismos técnicos permanentes.
Creo que ellos deben realizar, cuanto antes, el estudio del país, que es tan
desconocido en múltiples aspectos, porque nadie ha seguido la huella de
Raimondi. Con gran pesar he comprobado en varios encargos profesionales la
carencia de documentación sobre el territorio, aun dentro de un corto radio de
la capital, en el que existen zonas sobre las cuales no se ha hecho siquiera
levantamiento de mapas, y ha sido menester por ello de empezar por la vasta
tarea de hacer costosos y fatigantes estudios topográficos. El Servicio
Geográfico del Ejército, a pesar de su reconocida capacidad no ha podido
concluir todavía la Carta del Perú: esto significa un gran obstáculo, o por lo
menos una demora apreciable, para cualquier plan de irrigación o vialidad, por
ejemplo. Afortunadamente, esta oficina está complementada ahora, en el estudio
del territorio, por el Servicio Aerofotográfico Nacional.
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