Nosotros no empleamos la democracia como paso o compás de espera para el socialismo o el comunismo; para nosotros, la democracia es una meta en sí. No queremos pan sin libertad como en Rusia. O libertad sin pan como en otras partes. Queremos ambas cosas. No queremos arrebatar la riqueza a los ricos para dársela a los pobres; lo que perseguimos es crear nuevas riquezas para aquellos que no tienen ninguna. No queremos dictadores desde arriba, como en el fascismo, ni dictadores desde abajo como en el comunismo.

Víctor Raúl Haya de la Torre, entrevista con el periodista Harry Hirschfeld, 23 de abril de 1946.

miércoles, 28 de mayo de 2014

Cuando Fernando Belaúnde Terry defendió la tesis aprista del Congreso Económico Nacional.

Columna de La Tribuna 26/05/1946.
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Exclusivo: “El Congreso Económico es una iniciativa unificadora”, dijo el diputado Fernando Belaunde Terry - La Tribuna, Lima, domingo 26 de mayo de 1946, Nº 242, V Época, p. 10.

Nota de presentación del Ojo Izquierdo:  Fernando Belaunde Terry (1912-2002), jefe y fundador del partido Acción Popular y dos veces presidente del Perú, cuyo centenario se ha celebrado este mes de octubre, tuvo una larga historia de fricciones y conflictos con el aprismo. Sin embargo, hubo un período de afinidad y simpatía mutuas. Fue en los comienzos del gobierno de Bustamante y Rivero. Belaunde fue el más elocuente defensor del proyecto aprista del Congreso Económico Nacional, presentado al debate de la Cámara de Diputados el 16 de mayo de 1946. Leamos sus interesantes argumentos reproducidos del Diario de los Debates del Congreso por el diario La Tribuna:



El señor Belaunde Terry. Señor Presidente: después de haber sido fundamentado, en forma general, el proyecto del Congreso Económico por los voceros del Partido que lo ha traído a la Cámara, cumplo un deber al agregar mi modesta palabra a la de ellos para apoyar esta iniciativa que fue acogida con gran calor en el Frente Democrático, en los días preelectorales, por ser una iniciativa unificadora.

Recuerdo, señor Presidente, una reunión clandestina que celebramos entonces, en una casa, rodeada de soplones. Nos habíamos reunido allí hombres sin partido y personeros de agrupaciones políticas que integraban el naciente Frente Democrático y habíamos acordado, por iniciativa del Jefe del Partido del Pueblo, poner sobre la mesa todos los proyectos y todos los programas de gobierno, para ir eliminando aquellos tópicos que significaran desunión y discordia. Esa memorable noche se retiraron de la mesa todas las ponencias que insinuaban peligro de una división futura y, entre las pocas plataformas que fueron quedando en ella, se encontraba la iniciativa del Congreso Económico Nacional. Es por eso, señor Presidente, que espero que este proyecto, que viene precedido de un antecedente unificador, se estudie en esta Cámara en un ambiente igualmente armonioso, un ambiente que, lejos de producir la simple aceptación mecánica de su texto completo, oriente ponderadamente la discusión y el debate de su articulado, a fin de que la Nación halle en él lo que espera de él.

Yo encuentro muy significativo este proyecto, porque me parece que es, efectivamente, la cristalización de un deseo de concordia que tuvo sus primeros anuncios al empezarse el proceso político del año pasado. El Partido que hasta entonces vivía en la clandestinidad quiso tender la mano a sus enemigos políticos. A pesar del esfuerzo que se ha hecho por desvirtuar esta realidad, oponiendo a la evidencia de los hechos concretos lo ficticio de los hechos imaginarios, yo creo que nadie debe dudar de su sinceridad de propósitos, porque es un gesto muy significativo este de haber tendido la mano a sus adversarios políticos. Pero ello no bastaba: había que tenderle también la mano a ese gran sector de la ciudadanía que se denomina “apolítico” por razón de la actividad que ejerce. Y eso se ha hecho por medio del proyecto de ley que nos ocupa. (Aplausos prolongados).



¡Cuántas veces hemos oído a técnicos, a grandes industriales, a comerciantes y a distinguidos profesionales quejarse de no tener una participación en los asuntos del país! ¡Cuántas veces los hemos escuchado decir: “Nosotros estamos dispuestos a trabajar, a colaborar, pero no tenemos contacto con el electorado y, por consiguiente, estamos alejados de las labores del Gobierno”! Y es este, a mi parecer, un llamado a toda la ciudadanía, a todos los buenos peruanos que, no por estar alejados de las multitudes electorales, dejan de tener un derecho muy respetable a participar con su palabra y con sus luces en los destinos del país. (Aplausos).

A pesar de los claros y honrosos antecedentes que he señalado se ha hecho una campaña para desvirtuar la finalidad del Congreso Económico Nacional, haciéndolo aparecer maliciosamente como una tentativa para crear “un Estado dentro de otro Estado”. Desgraciadamente, los chismes, las intrigas y los cuentos políticos se difunden aquí muy fácilmente y pocas personas se dan el trabajo de confrontarlos con los proyectos en que se originan, para ver si tienen fundamento o no.

Yo encuentro en el Artículo 4º del proyecto esta contundente declaración: “Las decisiones del Congreso Económico Nacional tienen el carácter de recomendaciones técnicas al Estado”. He dicho “recomendaciones”, señor Presidente. Y cuando un cuerpo técnico no es respetable, no es honrado, ni es capaz, sus recomendaciones van al canasto; pero cuando esa entidad se hace respetable por la forma como trabaja, por el espíritu que la anima, sus recomendaciones, por su propio peso, se convierten en órdenes. (Prolongados aplausos).

Hablaba el ingeniero Muñiz de desligar un poco la marcha económica del país del calendario político que, cada seis años, nos crea un ambiente de zozobra e inquietud en el Perú. Me parece que el Congreso Económico puede llenar un rol muy importante en el sentido de atenuar este mal. Creo que el nuevo régimen ha dado una prueba elocuente  –que por cierto no han recogido algunos periódicos –  de no destruir lo bueno que se haya hecho en el pasado. (Grandes y prolongados aplausos).
Recuerdo, señor Presidente, que cuando vino la revolución del año 30, los revolucionarios de entonces, en gesto de arrebato y violencia, barrieron, sin discriminación, con lo bueno y lo malo de la administración pública anterior. Así, por ejemplo, en el norte del país quedó a medio hacer una gran obra de irrigación. Así también quedó inconcluso y abandonado un ferrocarril y otras cosas más. Ahora, señor, en esta revolución sin sangre –que muchos no han apreciado lo suficiente– ha habido respeto por las obras de los gobiernos anteriores. Allí están los trabajos de las Corporaciones del Santa y del Amazonas para atestiguarlo, porque no han sufrido un ápice con este cambio, que ha traído investigación pero no destrucción.

Estimo, Señor Presidente, que en estas Corporaciones y otras más a crearse y en las que ya hemos aprobado, como la de la Vivienda, la de la Alimentación y la que debe establecerse para la industria del zinc, tendrá el Congreso Económico muy buenos elementos de trabajo. Estas Corporaciones deben permanecer siempre al margen de la política y el mérito de los legisladores o de los gobernantes debe radicar únicamente en el impulso y la buena orientación que sepan darles, desde el Parlamento o desde la Casa de Gobierno.

El Congreso Económico tiene también otro aspecto muy interesante: el de la descentralización, su estudio de las diversas regiones y la creación de organismos locales tiende, evidentemente, a ese fin. Yo no tengo duda de que vamos a obtener con él resultados muy plausibles, aunque creo que han de demorar algo. No soy de los que ponen toda su fe en su cuerpo deliberante; porque tengo puestas más esperanzas en sus organismos técnicos permanentes. Creo que ellos deben realizar, cuanto antes, el estudio del país, que es tan desconocido en múltiples aspectos, porque nadie ha seguido la huella de Raimondi. Con gran pesar he comprobado en varios encargos profesionales la carencia de documentación sobre el territorio, aun dentro de un corto radio de la capital, en el que existen zonas sobre las cuales no se ha hecho siquiera levantamiento de mapas, y ha sido menester por ello de empezar por la vasta tarea de hacer costosos y fatigantes estudios topográficos. El Servicio Geográfico del Ejército, a pesar de su reconocida capacidad no ha podido concluir todavía la Carta del Perú: esto significa un gran obstáculo, o por lo menos una demora apreciable, para cualquier plan de irrigación o vialidad, por ejemplo. Afortunadamente, esta oficina está complementada ahora, en el estudio del territorio, por el Servicio Aerofotográfico Nacional.

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