Nosotros no empleamos la democracia como paso o compás de espera para el socialismo o el comunismo; para nosotros, la democracia es una meta en sí. No queremos pan sin libertad como en Rusia. O libertad sin pan como en otras partes. Queremos ambas cosas. No queremos arrebatar la riqueza a los ricos para dársela a los pobres; lo que perseguimos es crear nuevas riquezas para aquellos que no tienen ninguna. No queremos dictadores desde arriba, como en el fascismo, ni dictadores desde abajo como en el comunismo.

Víctor Raúl Haya de la Torre, entrevista con el periodista Harry Hirschfeld, 23 de abril de 1946.

martes, 1 de enero de 2013

Manuel Cerna Valdivia y la FAJ. Por Hernán Hurtado Castro


De izquierda a derecha: Tristán (de la Perla), Manuel Cerna y Celso Albinagorta en Chosica (193_?). Nótese el distintivo saludo de los fajistas chalacos. Archivo: Álbum familiar de la c. Teresa “Toa” Claros.

Manuel Cerna Valdivia y la FAJ. Por Hernán Hurtado Castro

Un agradecimiento especial a la c. Teresa "Toa" Claros, testimonio directo de la historia del Apra, por permitirme acceder a tan valiosa y atesorada  información.

Es conocida la fundación de la Federación Aprista Juvenil (FAJ), allá por el 7 de enero de 1934, en el primer local del Partido a la altura de la cuadra 10 del Jr. Lampa (otrora Calle los Pobres), donde Armando Villanueva del Campo fue el primer Secretario General y sus fundadores: Andrés Townsend Ezcurra, Pablo Silva Villacorta, Roberto Martínez Merizalde, Humberto Silva Solís, Nicanor Mujica Álvarez Calderón entre otros. Luego se adhirieron los chalacos Manuel Cerna Valdivia, Celso Albinagorta, Víctor Zamudio y demás compañeros. La FAJ consistía en militantes menores a los 21 años, en ese entonces considerados como menores de edad debido a que recién a esa edad se ejercía la ciudadanía y el derecho de voto. Los fajistas significaron el escudo y reserva durante la larga clandestinidad del aprismo (1934-1945).

Consumado el fraude electoral de 1931 la dictadura de Sánchez Cerro (1932-1933) empezó una salvaje cacería contra los apristas -¡Entonces no había derechos humanos ni “piadosas” Ong’s!- El gobierno tuvo a su alcance toda la impunidad que quiso para intentar desaparecerlos de la faz del país. El pico más alto de sangre se anotó para la eternidad en Trujillo, una semana después de la heroica revolución del 7 de julio de 1932. El 14 de julio miles murieron fusilados en Chan Chan y otros tantos fueron encerrados. Algunas decenas de militantes importantes lograron huir a países vecinos pero la mayoría fue confinada en penitenciarias de todo el territorio, lejos de sus familias. Al tope de capacidad se ingeniaron cárceles, siguiendo instrucciones de los asesores de la policía de Mussolini, que eran a fin de cuentas campos de concentración, como la “Siberia” tropical en el entonces lejano y desconocido Madre de Dios. Asesinado Sánchez Cerro, el general Óscar Benavides asumió el gobierno sin variar los rasgos autoritarios de su predecesor y mantuvo como máscara de legalidad el mismo congreso constituyente recortado y autosometido (del cual fueron expulsados y desterrados 23 representantes en febrero de 1932, 22 de ellos apristas). Hubo una breve y parcial amnistía conocida como el período de “Paz y Concordia”, entre mayo de 1933 y enero de 1934. En ese breve interludio recuperó su libertad Haya de la Torre y el PAP reorganizó sus fuerzas, antes de ingresar a su más difícil y sacrificada etapa de clandestinidad. En este breve momento de reorganización del PAP, cuando Benavides ya cerraba locales apristas y detenía nuevamente a sus dirigentes, se fundó la FAJ, que tuvo que vivir de inmediato su más dura prueba.

Se ha dicho bastante sobre la hidalguía y entrega de aquella generación, sobretodo el saldo irreparable de sus vidas. Debo traer a colación algunos datos que, no está demás decirlo, me envolvieron en el relato épico de la c. Teresa Claros, fraternalmente conocida como “Toa”. Veamos. Manuel Cerna, el de la vida cotidiana, era un joven muy avispado, típico de los buenos chalacos, de esos que así nomás no se dejaban bromear, pero a la vez uno de los primero en hacer chacota. De buen apetito, sobretodo de platos picantes como el buen ceviche, aun así esto no estorbaba su postura atlética producto de la chamba en el muelle (trabajo que no era de tiempo completo) como estibador. Su chispa y locuacidad le permitían, rápidamente, hacerse de confianza de las personas de su entorno. Díganos que le sobraban iniciativas entre sus contemporáneos para aprovechar los veranos en los balnearios de La Punta o promover excursiones hacia las afuera de Lima. Concurrente al teatro, seguramente al Comedia del Callao o a los de Lima. Era habitual encontrarlo, luego de su jornada, en una de las esquinas de la Av. Saenz Peña cercanas a la plaza Grau con sus amigos en alguna conspiración juvenil, de fiesta, de playa, de chicas, de lo que fuese. Es inevitable mencionar que debió haber tenido la oportunidad de escuchar al famoso cantante chalaco Alejandro Granda (hoy el teatro municipal lleva su nombre, pese a que resiste ser llamado teatro de La Comedia), y por su carácter asiduo con las tradiciones y la calle, de hecho, tuvo que ser partícipe de los otrora Carnavales, esos que consistían en vistosos pasacalles y luego bailes de salón con antifaz y chisguetes de aguas perfumadas,-¡cómo han sufrido los carnavales!.... Manolo, pues, bastante avivado, bastante chalaco.

No obstante al cuadro cotidiano de Manolo, que a simple vista refleja un típico joven del Primer Puerto, se dejaba entrever el Manolo preocupado por el país, por los salarios ajustados y ausencia de beneficios laborales. Se voceaba entre jóvenes la alternativa de liberación y justicia del Apra, el latrocinio electoral del 31 y los miles de muertos apristas del 32. Se hablaba, como siempre ha sucedido en Lima y Callao, a tenor de las calles, en las esquinas, mercados, iglesias y cuanto espacio público existiera de la fuerza y respaldo popular, a pesar de ser perseguidos a muerte, con que gozaba el aprismo ¿Qué pudo convencer o contagiar de tal locura a Manolo? ¿La mística? ¿Amistades en la FAJ? ¿Convicción de las ideas? ¿Todo a la vez? Quizás influyó en él la tenaz actividad educativa y social que realizaba el aprismo en el Callao. En julio de 1933 se inauguró la Universidad Popular González Prada del Callao, que brindaba instrucción gratuita a los jóvenes e incluyó talleres de soldadura, corte y confección, electricidad y mecánica automotriz; en agosto ya funcionaba el comedor popular y el servicio de empadronamiento y atención a personas y familias indigentes (algunas de estas familias necesitadas eran deudos de luchadores apristas asesinados, como las familias de los 8 marineros fusilados en el Callao el 11 de mayo de 1932).

No se puede saber la motivación exacta, sin embargo, se puede presumir, con mucha imaginación sobre el ejercicio de las mentalidades que llevaron a jóvenes a esa forma de militancia política. El Apra adquirió arraigo tras las figuras jóvenes y heroicas con discurso propio sobre un auténtico examen de la realidad nacional y continental, diferente a lo hasta entonces conocido. Estaba de moda ser antiimperialista, ser aprista. Entonces podemos conciliar que Manuel Cerna contagiado del perseguido partido político asistió a reuniones clandestinas – Andrés Townsend ha señalado esto, Armando Villanueva del mismo modo- y no sólo eso, sino se precipitó a ser un elemento activo en materia de propaganda y proselitismo. Cuenta la c. Toa, no recuerdo exactamente la fecha que señaló, que una de las primeras acciones, de iniciativa propia en colaboración con Celso Albigorta, fue en vísperas del cumpleaños de Haya de la Torre (22 de febrero) consistió en colocar explosivos en diferentes lugares del Callao y que revienten en simultáneo. Esto distrajo a la Guardia Civil que se guió por el sonido, sin poder capturar a nadie, ante la sorpresa que varias casas hacían lo propio en sus techos. A golpe de la madrugada una bandera indoamericana flameaba en la plaza Grau ¿Adicción a la adrenalina? Logrando burlar todo tipo de sigilo.


De izquierda a derecha: Celso Albinagorta, Tristán, Manuel Cerna y otros dos compañeros (sin identificar) en el puente Huampaní (193?). Archivo: Álbum familiar de la c. Teresa “Toa” Claros.

La promoción de El Partido como taller y como escuela[1] decantó en una organización sólida y dinámica, a pesar de la ausencia justificada de los principales líderes del partido y la distinción entre la militancia adulta y la juvenil, es decir, donde cada secretaría contaba con sus brigadas de trabajo y estas con tareas colectivas e individuales para medir y evaluar el desarrollo político, académico y moral de los nuevos militantes. En otras palabras, la organización aprista afrontó la clandestinidad con una militancia vertical y funcional basada en meritocracia y selectividad. De pronto se especializaban los propagandistas reproduciendo panfletos políticos en gelatinógrafos y repartiéndolos a todos los compañeros posibles. Del mismo modo las Universidades Populares González Prada (UPGP), que el partido organizaba y hacía funcionar en forma autónoma, incluso durante la persecución, fueron el canal de la secretaría de Cultura. Los disciplinarios, un contingente ducho en evitar, eludir y/o encargarse de los soplones e infiltrados. –Que interesante feedback partidario, moderna y vigente propuesta frente a las infelices pretensiones de algunos enemigos del aprismo que ignoran la dimensión de su historia-.

Basado en una estricta militancia en valores, como el decálogo de la moral o la máxima Aprista prepárate para la acción y no para el placer, el partido era caldo de cultivo de una segunda generación que exhibió en toda su gala un aprismo juvenil que pechó la persecución a costa de sus propias vidas ¿fanáticos? ¿Es acaso fanatismo militar en la lucha contra las miserias sociales? ¿Es acaso fanatismo militar en un auténtico antimperialismo? Se les ha dicho de todo en los libros de historia, desde fanáticos terroristas, hasta asesinos, corruptos, etcétera sin poder doblegar el armazón moral de partido nacido de las entrañas del pueblo peruano.

Manuel Cerna fue capturado y trasladado a El Frontón, al parecer en una mañana de invierno de 1939 y ni bien avanzaron unos pasos en el muelle de la isla logró escapar de sus captores, sin generar sospecha. A la media hora se le buscaba por la isla, la neblina fue su última compañera cómplice, y al ritmo de olímpicas brazadas se aproximó a los muelles del Cantolao, algunos pescadores lo reconocieron y optaron por despistar a los infames guardias. La embarcación de los guardias, unos pocos metros antes que Cerna tocará tierra, dispararon a traición. No se molestaron en buscar el cuerpo, sabían que era humanamente imposible sobrevivir a la ráfaga de dichas balas. Los estibadores buscaron por casi una semana el cuerpo. Nunca apareció el cuerpo del c. Manolo. Se enterraron sus ropas en un ataúd envuelto en bandera aprista en el cementerio Baquijano y Carrilo. Fue su última voluntad.



[1] Publicado originalmente en La Tribuna de Lima (durante su segunda etapa de legalidad, que va del 30 de octubre de 1933 al 25 de noviembre de 1934). También en: Revista APRA, Año II, Nº 9, Buenos Aires, enero de 1935, pp. 9-12. El artículo está firmado “Pachacútec. Lima, agosto de 1934” y fue publicado complementando la directiva “Organización vertical del PAP” del 18 de mayo de 1934, firmada por Haya de la Torre y Ramiro Prialé. “Pachacútec” era el seudónimo empleado por Haya de la Torre en los documentos partidarios.

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