*Traducción por Luis Zaldívar del artículo publicado el 12 de diciembre en el NY Times
*Jorge G. Castañeda es profesor de política y estudios latinoamericanos en la Universidad de Nueva York, sirviendo como ministro de relaciones exteriores de México entre el 2000 y el 2003
Difundimos este interesante artículo del ex ministro de R.R.E.E mexicano Jorge Castañeda sobre la aparición de la clase media latinoamericana y el progresivo deterioro de la clase media estadounidense. En este artículo publicado en el NY Times, el catedrático y político mexicano le pregunta a los habitantes de Estados Unidos si no se dan cuenta de que en esta ocasión América Latina les está dando una lección
Lo que puede enseñar América Latina.
Jorge G. Castañeda
Estados Unidos está último entre los países ricos en el
estudio sobre justicia social de la Fundación Bertelsmann publicado este último
cuarto, con solamente Grecia, Chile, México y Turquía peor. Ya sea en
prevención de la pobreza, pobreza infantil, inequidad de sueldos, o ratings de
salud, los Estados Unidos se encuentran debajo de países como España y Corea
del Sur para no mencionar Japón, Alemania o Francia.Es otra señal de qué tan mal la está pasando la clase media norteamericana.
Guerras, pestes y violencia han devastado a las clases medias de Alemania,
Japón, Rusia y Europa oriental en el pasado, pero cuando el humo esclareció y
el polvo se asentó, la estructura social era similar a la que existía y siempre
volvía a surgir.
Ninguna nación ha perdido una clase media ya conformada, y
los Estados Unidos todavía no deben preocuparse de ello, pero el porcentaje de
los ingresos nacionales mantenidos por el 1% de norteamericanos pasó de un 10%
en 1980 a 24% en el 2007, una señal verdaderamente preocupante.
Si un estereotipo geográfico tiene algo de verdad, ese sería
el que dice que América Latina tiene un puñado de magnates adinerados que
mantienen el poder sobre un mar de
pobreza. Si alguna vez ha habido un cliché con raíces en la realidad, sería que
la vasta clase media ha sido siempre el respaldo de la fortaleza
estadounidense.
Si la clase media desaparece, ¿cómo lucirían los Estados
Unidos? Bueno, lucirían como lucía América Latina hace un tiempo, y que está
intentando dejar de ser.
Aquí hay dos preguntas: ¿Estados Unidos quiere en verdad
parecerse a lo que era América Latina? Y
la otra es ¿Estados Unidos puede aprender la lección de sus vecinos
sureños respecto a lo increíblemente difícil que es revertir la inequidad?
Consideremos, primero, algo de historia. Desde las épocas
pre-colombinas hasta la mayor parte del siglo 20, la sabiduría popular nos ha
dicho que América Latina es la región más desigual del planeta, donde la
pobreza extrema de la mayor parte de su población sólo podía ser comparada por
la extrema riqueza de sus otros pobladores.
En la realidad, esta percepción empezó a alejarse de la
realidad en gran parte de la región hace más o menos 50 años, y hoy en día sólo
es verdad en algunas naciones como Haití, Honduras, Bolivia y tal vez
Nicaragua. Para 1970, las naciones más grandes como Brasil, México, Colombia,
Venezuela, Chile y Perú han presenciado la emergencia de una clase media
creciente. Otros, como Argentina y Uruguay, han sido para todos los efectos
prácticos sociedades con clase media desde la mitad del siglo pasado (aunque
los argentinos empezaron a retroceder en décadas posteriores).
Pero siempre hay un paso entre esas sociedades y los Estados
Unidos. Hasta hace poco, las clases medias latinoamericanas eran un tercio de
la población, y algunos de sus miembros más prominentes como el Che Guevara en
Argentina, Fidel Castro en Cuba, y Salvador Allende en Chile, hicieron carreras
políticas asumiendo la causa de erradicar la desigualdad. Esta causa fue
compartida por miles de estudiantes, líderes sindicales, académicos y políticos
improvisados que encontraban su condición de vida moralmente intolerable y
políticamente imposible.
Luego de años de frustración y fracaso, al final del siglo
20 algo empezó a cambiar. Y en los últimos 5 años el camino ha sido más claro
que nunca. De acuerdo a la definición de clase media usada recientemente por la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (siglas OECD en
inglés), la clase media es mayoría en Chile, Brasil, México, Uruguay, Costa
Rica y en menor medida en Colombia. En las décadas de 1960´s y 1970´s, aún
luego de décadas de crecimiento robusto, esas clases medias eran apenas el 30
%; hoy en México, Brasil y Chile esas cifras están entre el 55 y 60 %.
También es verdad que aún es una mayoría precaria, y que no
es la clase media de nuestros padres, ni es tan segura y autónoma como la
europea, norteamericana, japonesa y surcoreana. La clase media latinoamericana
aún lucha con estándares de vida muy retrasados respecto a los afluentes
locales. Pero aún así es una clase media: con celulares y carros usados; con
departamentos pequeños pero bien hechos con comodidades; y con feriados en la
playa modestos pero disfrutables.
Los mercados de consumo se han expandido. El Banco Mundial y
la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, escritores como
el presente y universidades como la Fundación Getulio Vargas de Río de Janeiro,
han producido mares de datos y análisis sobre el tamaño, profundidad y poder de
las clases medias. Los políticos saben que ellos pueden ser elegidos sólo si saben
conectarse con esta clase y están perdidos cuando apelan exclusivamente a los
pobres, quienes son una minoría así representen un gran porcentaje de la
población.
Entonces podemos decir lo que América Latina ha llegado a
ser hoy: es democrática, con una ligera pero creciente mayoría de su gente
prosperando, competitiva y con ambiciones internacionales reales.
Pero reducir la pobreza y construir una clase media no
reduce automáticamente la desigualdad. Los índices estadísticos de inequidad
conocidos como los coeficientes de Gini han empezado a caer ligeramente en América
Latina, pero se mantienen los más altos del mundo, con el 1%, 5% o 10% de la
población controlando partes increíblemente altas de los ingresos y poder. En
Brasil, Chile y México, los cuales conjuntamente tienen el 70% del PBI de la
región, el 10% más adinerado ha mantenido un promedio del 42% de los ingresos
nacionales en los años 2009-2010; la figura equivalente en los Estados Unidos
es de 29%.
Esta es la razón por la cual miles de estudiantes chilenos
han llevado a su gobierno a arrodillarse este año, aún cuando Chile es la
nación latinoamericana más próspera en lo que se refiere a estándar económico y
social. Esta es la razón por la cual Colombia, Brasil y México tienen índices
de asesinato y secuestro más altos que las naciones ricas, las cuales son, a
pesar de su riqueza, menos desiguales.
Las inequidades históricas que se mantienen han producido en
los caracteres nacionales particularidades llevados por generaciones, que deben
cambiar si estas sociedades continúan igualando sus ingresos y cumpliendo sus metas.
El fatalismo brasileño, la insularidad chilena y el individualismo mexicano se
están retirando; y eso es bueno, estas características deberían desaparecer
completamente si estas sociedades llegan al nivel de equidad por el cual los
Estados Unidos son modelo.
Aún así, con todo lo que está ocurriendo, los Estados Unidos
–la sociedad clasemediera por excelencia que atrajo a millones de migrantes
de América Latina– está empezando a
parecerse más a los países latinos. En Estados Unidos, este proceso de
reducción estructural de la clase media y expansión de la inequidad es de una
magnitud que tal vez nunca haya ocurrido en otro lugar exceptuando a Argentina.
Los norteamericanos pueden objetar –y pueden tener razón– de
que su sociedad difiere de América Latina porque hay mayor movilidad social. Al
sur de Río Grande, los adinerados son siempre los mismos; en los Estados
Unidos, estos varían de generación en generación, a veces muy rápidamente. Esto
es lo que le da a los estadounidenses la impresión – falsa para la mayoría– de
que algún día llegarán a la parte más alta de la pirámide social y que aquellos
que están allí encontrarán un lugar para ellos. Pero esta habilidad de aspirar
a más no resuelve el problema de cuán larga es la creciente distancia entre los
que están arriba, los que están al medio y los que están debajo; ni tampoco
conforta a aquellos miembros de la clase media que ven sus posibilidades de
movilidad hacia arriba cada vez más difíciles.
Lo que nos lleva a una pregunta para los Estados Unidos: ¿Por
qué dejan de que esto pase cuando los latinoamericanos podemos mostrarles cuán
difícil es llegar a la ejemplar clase media que ustedes han inventado, y que
les ha dado tanto poder económico y cohesión social desde la década de los
20´s? Especialmente cuando todos conocemos que su existencia es crucial para
preservar algunas de las características de su nación.
Alexis de Tocqueville dio en el blanco casi dos siglos
atrás. Algo en el carácter norteamericano ha producido una sociedad más igual
que la europea, y algo en esa sociedad era profundamente diferente, un espíritu
nacional más moderno y excitante que daba espacio para la experimentación,
cooperación y aceptación de las diferencias. Los estadounidenses no pueden
mantener un carácter tolerante, progresista e innovador si es que siguen
dejando perder su configuración como una sociedad de clase media que es innata
a este espíritu.
En México y otras tierras latinoamericanas estamos cambiando
los rasgos sociales y las políticas democráticas en nuestra búsqueda por una
clase media más amplia y vibrante, y por fin estamos teniendo algún tipo de
logro. En cambio la clase media estadounidense está siendo presionada mientras
el desbalance de ingresos entre los ricos y los pobres aumenta.
¿Será posible que los estadounidenses piensen que no tienen
nada que aprender de nosotros, luego de lo que nosotros hemos aprendido de
ellos?
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