Nosotros no empleamos la democracia como paso o compás de espera para el socialismo o el comunismo; para nosotros, la democracia es una meta en sí. No queremos pan sin libertad como en Rusia. O libertad sin pan como en otras partes. Queremos ambas cosas. No queremos arrebatar la riqueza a los ricos para dársela a los pobres; lo que perseguimos es crear nuevas riquezas para aquellos que no tienen ninguna. No queremos dictadores desde arriba, como en el fascismo, ni dictadores desde abajo como en el comunismo.

Víctor Raúl Haya de la Torre, entrevista con el periodista Harry Hirschfeld, 23 de abril de 1946.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Lo que puede enseñar América Latina. Por Jorge G Castañeda


*Traducción por Luis Zaldívar del artículo publicado el 12 de diciembre en el NY Times
*Jorge G. Castañeda es profesor de política y estudios latinoamericanos en la Universidad de Nueva York, sirviendo como ministro de relaciones exteriores de México entre el 2000 y el 2003

Difundimos este interesante artículo del ex ministro de R.R.E.E mexicano Jorge Castañeda sobre la aparición de la clase media latinoamericana y el progresivo deterioro de la clase media estadounidense. En este artículo publicado en el NY Times, el catedrático y político mexicano le pregunta a los habitantes de Estados Unidos si no se dan cuenta de que en esta ocasión América Latina les está dando una lección

Lo que puede enseñar América Latina.

Jorge G. Castañeda

Estados Unidos está último entre los países ricos en el estudio sobre justicia social de la Fundación Bertelsmann publicado este último cuarto, con solamente Grecia, Chile, México y Turquía peor. Ya sea en prevención de la pobreza, pobreza infantil, inequidad de sueldos, o ratings de salud, los Estados Unidos se encuentran debajo de países como España y Corea del Sur para no mencionar Japón, Alemania o Francia.Es otra señal de qué tan mal la está pasando la clase media norteamericana. Guerras, pestes y violencia han devastado a las clases medias de Alemania, Japón, Rusia y Europa oriental en el pasado, pero cuando el humo esclareció y el polvo se asentó, la estructura social era similar a la que existía y siempre volvía a surgir.

Ninguna nación ha perdido una clase media ya conformada, y los Estados Unidos todavía no deben preocuparse de ello, pero el porcentaje de los ingresos nacionales mantenidos por el 1% de norteamericanos pasó de un 10% en 1980 a 24% en el 2007, una señal verdaderamente preocupante.
Si un estereotipo geográfico tiene algo de verdad, ese sería el que dice que América Latina tiene un puñado de magnates adinerados que mantienen el poder  sobre un mar de pobreza. Si alguna vez ha habido un cliché con raíces en la realidad, sería que la vasta clase media ha sido siempre el respaldo de la fortaleza estadounidense.

Si la clase media desaparece, ¿cómo lucirían los Estados Unidos? Bueno, lucirían como lucía América Latina hace un tiempo, y que está intentando dejar de ser.

Aquí hay dos preguntas: ¿Estados Unidos quiere en verdad parecerse a lo que era América Latina? Y  la otra es ¿Estados Unidos puede aprender la lección de sus vecinos sureños respecto a lo increíblemente difícil que es revertir la inequidad?


Consideremos, primero, algo de historia. Desde las épocas pre-colombinas hasta la mayor parte del siglo 20, la sabiduría popular nos ha dicho que América Latina es la región más desigual del planeta, donde la pobreza extrema de la mayor parte de su población sólo podía ser comparada por la extrema riqueza de sus otros pobladores.

En la realidad, esta percepción empezó a alejarse de la realidad en gran parte de la región hace más o menos 50 años, y hoy en día sólo es verdad en algunas naciones como Haití, Honduras, Bolivia y tal vez Nicaragua. Para 1970, las naciones más grandes como Brasil, México, Colombia, Venezuela, Chile y Perú han presenciado la emergencia de una clase media creciente. Otros, como Argentina y Uruguay, han sido para todos los efectos prácticos sociedades con clase media desde la mitad del siglo pasado (aunque los argentinos empezaron a retroceder en décadas posteriores).

Pero siempre hay un paso entre esas sociedades y los Estados Unidos. Hasta hace poco, las clases medias latinoamericanas eran un tercio de la población, y algunos de sus miembros más prominentes como el Che Guevara en Argentina, Fidel Castro en Cuba, y Salvador Allende en Chile, hicieron carreras políticas asumiendo la causa de erradicar la desigualdad. Esta causa fue compartida por miles de estudiantes, líderes sindicales, académicos y políticos improvisados que encontraban su condición de vida moralmente intolerable y políticamente imposible.

Luego de años de frustración y fracaso, al final del siglo 20 algo empezó a cambiar. Y en los últimos 5 años el camino ha sido más claro que nunca. De acuerdo a la definición de clase media usada recientemente por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (siglas OECD en inglés), la clase media es mayoría en Chile, Brasil, México, Uruguay, Costa Rica y en menor medida en Colombia. En las décadas de 1960´s y 1970´s, aún luego de décadas de crecimiento robusto, esas clases medias eran apenas el 30 %; hoy en México, Brasil y Chile esas cifras están entre el 55 y 60 %.

También es verdad que aún es una mayoría precaria, y que no es la clase media de nuestros padres, ni es tan segura y autónoma como la europea, norteamericana, japonesa y surcoreana. La clase media latinoamericana aún lucha con estándares de vida muy retrasados respecto a los afluentes locales. Pero aún así es una clase media: con celulares y carros usados; con departamentos pequeños pero bien hechos con comodidades; y con feriados en la playa modestos pero disfrutables.

Los mercados de consumo se han expandido. El Banco Mundial y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, escritores como el presente y universidades como la Fundación Getulio Vargas de Río de Janeiro, han producido mares de datos y análisis sobre el tamaño, profundidad y poder de las clases medias. Los políticos saben que ellos pueden ser elegidos sólo si saben conectarse con esta clase y están perdidos cuando apelan exclusivamente a los pobres, quienes son una minoría así representen un gran porcentaje de la población.

Entonces podemos decir lo que América Latina ha llegado a ser hoy: es democrática, con una ligera pero creciente mayoría de su gente prosperando, competitiva y con ambiciones internacionales reales.

Pero reducir la pobreza y construir una clase media no reduce automáticamente la desigualdad. Los índices estadísticos de inequidad conocidos como los coeficientes de Gini han empezado a caer ligeramente en América Latina, pero se mantienen los más altos del mundo, con el 1%, 5% o 10% de la población controlando partes increíblemente altas de los ingresos y poder. En Brasil, Chile y México, los cuales conjuntamente tienen el 70% del PBI de la región, el 10% más adinerado ha mantenido un promedio del 42% de los ingresos nacionales en los años 2009-2010; la figura equivalente en los Estados Unidos es de 29%.
Esta es la razón por la cual miles de estudiantes chilenos han llevado a su gobierno a arrodillarse este año, aún cuando Chile es la nación latinoamericana más próspera en lo que se refiere a estándar económico y social. Esta es la razón por la cual Colombia, Brasil y México tienen índices de asesinato y secuestro más altos que las naciones ricas, las cuales son, a pesar de su riqueza, menos desiguales.

Las inequidades históricas que se mantienen han producido en los caracteres nacionales particularidades llevados por generaciones, que deben cambiar si estas sociedades continúan igualando sus ingresos y cumpliendo sus metas. El fatalismo brasileño, la insularidad chilena y el individualismo mexicano se están retirando; y eso es bueno, estas características deberían desaparecer completamente si estas sociedades llegan al nivel de equidad por el cual los Estados Unidos son modelo.

Aún así, con todo lo que está ocurriendo, los Estados Unidos –la sociedad clasemediera por excelencia que atrajo a millones de migrantes de  América Latina– está empezando a parecerse más a los países latinos. En Estados Unidos, este proceso de reducción estructural de la clase media y expansión de la inequidad es de una magnitud que tal vez nunca haya ocurrido en otro lugar exceptuando a Argentina.

Los norteamericanos pueden objetar –y pueden tener razón– de que su sociedad difiere de América Latina porque hay mayor movilidad social. Al sur de Río Grande, los adinerados son siempre los mismos; en los Estados Unidos, estos varían de generación en generación, a veces muy rápidamente. Esto es lo que le da a los estadounidenses la impresión – falsa para la mayoría– de que algún día llegarán a la parte más alta de la pirámide social y que aquellos que están allí encontrarán un lugar para ellos. Pero esta habilidad de aspirar a más no resuelve el problema de cuán larga es la creciente distancia entre los que están arriba, los que están al medio y los que están debajo; ni tampoco conforta a aquellos miembros de la clase media que ven sus posibilidades de movilidad hacia arriba cada vez más difíciles.

Lo que nos lleva a una pregunta para los Estados Unidos: ¿Por qué dejan de que esto pase cuando los latinoamericanos podemos mostrarles cuán difícil es llegar a la ejemplar clase media que ustedes han inventado, y que les ha dado tanto poder económico y cohesión social desde la década de los 20´s? Especialmente cuando todos conocemos que su existencia es crucial para preservar algunas de las características de su nación.

Alexis de Tocqueville dio en el blanco casi dos siglos atrás. Algo en el carácter norteamericano ha producido una sociedad más igual que la europea, y algo en esa sociedad era profundamente diferente, un espíritu nacional más moderno y excitante que daba espacio para la experimentación, cooperación y aceptación de las diferencias. Los estadounidenses no pueden mantener un carácter tolerante, progresista e innovador si es que siguen dejando perder su configuración como una sociedad de clase media que es innata a este espíritu.

En México y otras tierras latinoamericanas estamos cambiando los rasgos sociales y las políticas democráticas en nuestra búsqueda por una clase media más amplia y vibrante, y por fin estamos teniendo algún tipo de logro. En cambio la clase media estadounidense está siendo presionada mientras el desbalance de ingresos entre los ricos y los pobres aumenta.

¿Será posible que los estadounidenses piensen que no tienen nada que aprender de nosotros, luego de lo que nosotros hemos aprendido de ellos?

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