La partida prematura de Armando.
Por Santorino izquierdo
Tal como ocurriera con el lúcido
y longevo Luis Alberto Sánchez en sus últimos meses, el país parecía
acostumbrarse a que Armando Villanueva del Campo se indispusiera por algunos
días para luego retomar con normalidad su lugar como hermano mayor de la política
peruana. Esta vez no ha sido así y a todos nos sorprende. A sus 97 años,
Armando no podía irse.
Los apristas ya no tienen a quién
acudir para quejarse del ego de Alan García o de los pleitos entre Jorge del
Castillo y Omar Quesada. Los humalistas no tienen a quién consultar una opinión
sensata sobre la conveniencia o no conveniencia de la candidatura presidencial
de Nadine. Los fujimoristas no tienen a quién pedirle que de una opinión
honrada sobre el posible indulto a Fujimori. Los llamados “caviares” no tienen
a quién preguntar por qué son tan antipáticos para la gente del pueblo. Pero
sobre todo los jóvenes, no tienen a quién acudir para ser recibidos con
sencillez y gentileza y ser informados en forma elocuente y colorida sobre la
genialidad de Víctor Raúl y la heroica historia del Partido Aprista.
Más allá de ser el gran mediador
del diálogo entre los grandes protagonistas del quehacer político y el
venerable consejero de la estabilidad democrática –lo cual no es poco− Armando
ha sido, él solo, con sus años y su frágil salud y desde ese conocido rincón de
su biblioteca, el gran reanimador e impulsor de la cultura de partidos entre
los jóvenes. En gran medida, el aprismo sigue siendo un partido con mayoría
juvenil por obra de Armando. Físicamente estaba debilitado pero su mente y su
lucidez política estaban en su mayor nivel de agudeza y ecuanimidad. En este
“país de desconcertadas gentes” –como dijera Piérola– la experiencia y el fino
sentido político de Armando Villanueva no sólo siguen siendo necesarios, son
incluso indispensables. Por esta razón su partida, ocurrida el pasado 14 de
abril, es, sin lugar a dudas, prematura.
Los dos libros que Armando nos
deja, “La gran persecución” y “Arrogante montonero”, no obstante su gran valor
documental, están, lamentablemente, muy lejos de abarcar todo el caudal de
recuerdos que tirios y troyanos le pedían que escriba. De los grandes líderes
de los años heroicos, Armando Villanueva es el que menos años estuvo en el
exilio y el que estuvo más cerca de Haya de la Torre y más involucrado en las
tareas organizativas riesgosas durante la gran clandestinidad de 1934-1945.
Armando Villanueva junto a su promoción secundaria (1932) Colegio San Luis Maristas de Barranco |
Antes de cumplir 21 años, en
1934, fue el primer secretario general de la Federación Aprista Juvenil (FAJ)
al lado de Humberto Silva Solís, Susana Medrano, Manuel Cerna Valdivia y Andrés
Townsend Ezcurra. Integró al año siguiente, después de su primera prisión, el
primer Buró de Conjunciones que brindaba apoyo al comando nacional de acción
dirigido personalmente por Haya de la Torre. Organizó la edición clandestina de
La Tribuna, coordinó las comunicaciones con la organización del interior del
país y con los desterrados apristas y, por supuesto, también participó en la
seguridad personal de Haya de la Torre.
Su militancia en el aprismo
abarca todas las épocas, legales e ilegales, duras y maduras, del largo
trajinar del Partido fundado por Víctor Raúl. Entre 1938 y 1943 fue dos veces
apresado y deportado y en cada ocasión reingresó al país en forma clandestina.
Ocurrió otro tanto entre 1948 y 1951. El 3 de octubre de 1968 lideró la primera
protesta popular contra el golpe del general Velasco y fue deportado por la
dictadura militar en 1975.
Muchos recuerdan su gesto adusto
en Villa Mercedes anunciando el deceso del gran maestro: “Que nadie llore.
Víctor Raúl ha muerto. ¡Viva Haya de la Torre!” Y su candidatura presidencial
de 1980 mostró un lema que ha sido casi una señal de identidad de su
personalidad: “¡Armando tiene fuerza!”
Armando Villanueva en el Parlamento (1985) |
La ausencia de Armando es
hondamente sentida por su esposa Lucy Ortega de Villanueva y su familia. Pero
la orfandad es mucho mayor en los CUA’s y las JAP’s de todo el país. Armando
era el símbolo viviente de la continuidad del partido para todos y cada uno de
los miles de jóvenes apristas. Era también la confirmación de que la juventud
no es un asunto de calendarios sino de conciencia y espíritu.
El aprismo ha perdido a uno de sus líderes históricos y la democracia peruana a uno de sus más importantes defensores. La Red Virtual Ojo Izquierdo se une a este sentimiento de pesar. El dolor de hoy es el aliento para la lucha de los días venideros contra la calumnia y el rencor de los políticos mediocres que hacen de la política –como dijera Manuel González Prada− “un vil negocio culpable”.
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