Víctor Raúl en Casa del Pueblo, setiembre- 1965 |
El APRA: Partido de la democracia y la revolución
Discurso de Haya de la Torre a la juventud universitaria (1965)
"Arriba los corazones, la mente y la fe"
Presentación
Por Hernán Hurtado Castro
Como suele suceder con los discursos poco conocidos de Haya de la Torre, este es una cátedra aprista dirigida no solo para los universitarios apristas, sino para todo el que quiera conocer que es el APRA en relación al partido, la democracia y la revolución sin balas. Este discurso fue publicado por la Revista Presente Nacional en su edición 102º de setiembre-octubre de 1965.
Víctor Raúl siempre estuvo preocupado por las juventudes del partido, sobretodo por los universitarios apristas, porque en esencia de ahí nació el APRA y de ahí debían nutrirse los relevos generaciones del Partido Aprista. No cabe duda que luego de la revolución cubana muchos entusiastas y románticos jóvenes adoptaron la fiebre y las poses importadas de La Habana y esto impactó significativamente en los universitarios apristas, los cuales tuvieron que posicionarse en la lucha ideológica una vez más contra el viejo adversario, el comunismo criollo, esta vez revestido tropicalmente.
El discurso dirigido a los Comandos Universitarios Apristas (CUA`s) en el marco de una Convención Nacional Universitaria Aprista (CNUA) -de setiembre de 1965 en la Casa del Pueblo de Lima (Av. Alfonso Ugarte 1011)- en su primera parte expone los orígenes del APRA y se remonta a la idea de movimiento cultural y educacional que la generación del centenario adoptará de González Prada y el APRA, naturalmente, tendría mucho de esto. Luego, con el mas fino estilo que caracterizaba a Haya de la Torre, explica el aprismo como la confluencia y respuesta a la realidad continental de la reforma universitaria y la revolución mexicana, además de la herencia marcada de la revolución francesa y el sueño bolivariano que resumen al Aprismo como una auténtica expresión y respuesta a los problemas continentales sin dictados ni mandados extranjeros y ajenos a nuestra realidad económica, política e histórica y finalmente el antiimperialismo constructivo, motor de la revolución pacífica.
El discurso ocupó las páginas centrales de la Reviste Presente (1965) |
El APRA: Partido de la democracia y la revolución
Discurso de Haya de la Torre a la juventud universitaria (1965)
"Arriba los corazones, la mente y la fe"
PRIMERA PARTE
Compañeros universitarios
La verdad que esta cátedra será más bien, y más propiamente, una conversación con ustedes.
Yo quisiera, en esta noche, reiterar algunos conceptos que considero fundamentales para una buena comprensión del momento que estamos viviendo en el país, y de las responsabilidades que a la juventud conciernen.
Me alegra ver que en esta asamblea hay un número bastante apreciable de compañeros jóvenes, universitarios, quienes han concurrido a esta reunión, que me parece sumamente importante, sobretodo, porque creo que ha llegado el momento de examinar algunos puntos atinentes a la situación que vive el país.
En los últimos días se han realizado reuniones del Comando Universitario, y el Comité Ejecutivo Nacional ha de designar la comisión de estudiantes y profesores apristas que van a integrar, digamos así, la alta dirección de la acción aprista universitaria. Y, sobre todo, han de trabajar en la organización de la próxima Convención Universitaria Aprista, lo cual es absolutamente necesario en este momento, porque creemos que estamos viviendo en un instante en el cual el Aprismo dobla la esquina hacia una nueva dirección y hacia un nuevo horizonte.
En esta nueva etapa, le incumbe a la juventud responsabilidades que, quizás, no tuvo antes de ahora. Ustedes han sido testigos y los protagonistas más próximos de esta lucha llamada ideológica que se ha planteado en la Universidad en los últimos años. Ustedes son los testigos más cercanos de esa contraposición de ideas que parecía estar dentro del limitado ámbito de una discusión doctrinaria. Ustedes tienen más o menos la experiencia de los resultados de esa lucha y de ese antagonismo.
Las universidades fueron tomadas, prácticamente, por las fuerzas adversas a la nuestra, y, entonces, desde ellas floreció y fructificó un sediente revolucionario que ahora tiene su expresión, ya positiva y ostensible, en una guerra de guerrillas que, bien examinada –y aquí va la primera parte de nuestro análisis- tiene en realidad explicaciones.
EL MENSAJE DE GONZÁLEZ PRADA
Yo quisiera, sobre todas las cosas, decirles a ustedes que la más difícil tarea de un movimiento como el Partido Aprista, ha sido, no solamente iniciar en el Perú una acción política. Había que comenzar por la formación de una conciencia cívica que no existía en el Perú. Y darle, sobre todo, a la democracia, un sentido, un significado que era absolutamente desconocido en el país. Porque se abusó tanto de la palabra democracia por boca de los portavoces de la plutocracia o de una oligarquía, que la palabra pareció desacreditarse y hubo aquí Partido Nacional Democrático, Partido Democrático Reformista, después del legendario Partido Demócrata que fue, sin duda alguna, un intento de democratización nacional, frustrado por las fuerzas de la reacción que tomaron la bandera y el nombre de la democracia. Al Aprismo le tocaba, pues, reivindicar, rescatar el concepto nuevo de una democracia: de la democracia social, renovadora, transformadora. De la democracia de la revolución pacífica, que corresponde a esta época, y, entonces, nosotros tuvimos esa tarea. Comenzando por el principio fundamental, que era educar al ciudadano, asentar esa nueva democracia en las bases mismas de un pueblo culto: luchar contra la más grande enemiga de la democracia, que es la ignorancia, y como en el Perú ésa había sino realmente la plaga de nuestra política, comenzó el Aprismo por ser, como aquí se ha recordado, un movimiento educacional. Nosotros fuimos discípulos de González Prada, a quien también se ha invocado aquí, cuyas palabras de crítica y de censura para la generación anterior a la suya, fueron proferidas –lo que debe recordarse- después de una prueba cierta. Porque la generación anterior a él fue una generación frustrada y proditoria. Todo lo que González Prada dijo contra la generación anterior, lo dijo contra la generación que perdió la guerra, y ese es el valor y el sentido histórico de sus palabras, que nunca deben tergiversarse. El explicó, muchas veces, por qué tenía razón, él era un joven cuando la guerra con Chile, y vio como una generación pasada, que durante cincuenta años no había hecho otra cosa que luchar ambiciosamente por banderías y por posiciones, perdió la guerra. Porque, como ha dicho muy bien un tratadista chileno, “Nosotros no ganamos la guerra, el Perú la perdió”, que es otra cosa.
Contra eso se alzó el verbo de González Prada, que no fue revolucionario de oficio que se lanzara contra todo porque y sin más. González Prada enarboló su bandera de rebelión con la esperanza de que una nueva generación viniera a reemplazar a aquella que perdió la guerra. El esperó, durante muchos años, sin que apareciera esa nueva generación, porque el hecho de que una generación aparezca cronológica o biológicamente no quiere decir que surja una nueva juventud. Hay juventudes que nacen envejecidas. Eso es lo que debe temer mucho el joven de cualquier época.
Por eso, cuando comenzamos nosotros, que llevamos sobre los hombros el ataúd de González Prada, nos iniciamos heredando lo que él siempre reclamó como norma de todo principio revolucionario en un país como el nuestro: la libertad. La Libertad inabdicable del hombre. La Libertad que distingue al hombre del animal. La Libertad sin la cual ningún movimiento político, ni ninguna doctrina revolucionaria, en un pueblo de tradición occidental como el nuestro, se explican.
González Prada fue un libertario por eso, Filosóficamente fue un anarquista, porque él quiso, ante todo y sobretodo, que la libertad del hombre fuera el punto de la auténtica revolución. y como buen libertario, comprendió que sin cultura no hay libertad. Es la cultura y la educación lo que libera al hombre, lo que desanimaliza al individuo y lo aleja de la primitividad del salvajismo, de la violencia y del homicidio.
Entonces, por eso, proclamó él la necesidad de la educación, de la cultura, como verdadero instrumento, como verdadera herramienta para la reivindicación integral del orden social y económico.
Todas estas ideas que forman la esencia de la doctrina de González Prada, fueron tomadas por nuestro movimiento de la Universidad Popular. De ahí que comienza nuestra cruzada. De ahí comienza nuestra labor proselitista, que no era política en aquella época, pero que sentó las bases de un nuevo concepto revolucionario que es concordante con el espíritu, la tradición y la historia de América Latina.
La América Latina o Indoamérica ha luchado siempre por la libertad, y nosotros hemos tenido, en todo momento, la concepción clara de que sin libertad no hay justicia. Porque la justicia pueden tenerla otros pueblos sin tradición de libertad, como un objetivo único. Pero no los nuestros. Porque nosotros, en cierto modo, somos herederos del principio y de la tradición de la Revolución Francesa, que fue la que inspiró nuestra independencia y porque el hecho de que no se haya cumplido la democratización de los pueblos latino o indoamericanos, no quiere decir que haya fracasado la democracia. Porque sólo los pueblos que vivieron al amparo y bajo la proyección del renacimiento y de la Revolución Francesa, son los que realmente constituyen la base de la sociedad contemporánea y libre de hoy.
Con este propósito, nosotros quisimos que la revolución tuviera, pues, una verdadera orientación de tipo cultural. De ahí que la Reforma fue coetánea, coeva y coincidente con nuestro movimiento. Se ha dicho mucho que el movimiento aprista es una consecuencia de la revolución universitaria y de la revolución mexicana. Nosotros llamamos a la Reforma Universitaria, la Revolución de los Espíritus, porque queríamos una renovación de las universidades, no para hacer más fácilmente profesionales. Lo dijimos siempre. No para facilitarle al estudiante la manera de conseguir un diploma sin saber mucho. Nosotros quisimos precisamente lo contrario. Darles a las universidades una nueva validez, un nuevo sentido, una nueva proyección. Hacerlas verdaderos centros de cultura. Desprofesionalizarlas, en el sentido de que no sólo el diploma fuera el objetivo del universitario. Crear los ámbitos de la investigación desinteresada. Hacer de ellas lo que han sido las universidades del mundo, en el campo científico, la exploración, en las que no es el interés profesional lo que prevalece, sino el amor a la ciencia y la devoción por la cultura. Ese fue el afán de la revolución o Reforma Universitaria. Y así comenzó. Había que sanear, había que limpiar las Cátedras donde permanecían aferrados viejos señores, que eran, sobre todo, viejos por sus ideas, y nosotros lo logramos en esa primera etapa, tendiendo a la democratización universitaria. Porque entonces, cuando nosotros comenzamos el movimiento, era sólo una minoría muy reducida la que podría ingresar a la Universidad. Por eso nosotros quisimos que las puertas de la Universidad se abrieran, para que miles y miles de estudiantes pobres que no podían llegar a los claustros universitarios, tuviera la posibilidad de hacerlo. Y así nosotros comenzamos esa etapa de la reforma universitaria, que fue verdaderamente una etapa de democratización institucional, pero también de exaltación de los valores culturales de nuestros centros de educación superior. Allí coincidimos con esta gran acción de la juventud que se expande por todo el continente, que comienza en Córdoba, Argentina, y culmina en 1921 en el Congreso Latinoamericano de Estudiantes de México. Allí queda también establecido el principio de que el estudiante tiene como obligación –por recibir privilegiadamente una enseñanza que el pueblo paga- devolverle al pueblo parte de esa enseñanza que recibe por un azar de la fortuna. Y, entonces, la Universidad popular quedó establecida como una obligación del estudiante, como una responsabilidad. Y esa idea, que había sido sustentada en el Primer Congreso de Estudiantes del Cusco, repercutió aprobada, en el Congreso Latinoamericano de Estudiantes de México de 1921. Estos son los antecedentes. De aquí que, en 1924,m surge este movimiento ya definido políticamente como una expresión continental de la aspiración de justicia inseparable de la aspiración de unidad, inseparable de libertad, que constituye la tradición política y principista. Así fue como surgió el APRA, intransferiblemente nuestra, como algo que respondía a la realidad social, económica, histórica, objetiva, como se dice ahora, de nuestra verdadera vida y de nuestra verdadera tradición. Así surge el Aprismo. Primero, enseñándoles a los pueblos que no hay movimiento nacional de veras revolucionario en América Latina, que sea solamente un movimiento limitado, circunscrito a los linderos de un país. Que es necesaria la dimensión continental, porque los problemas sociales, económicos, políticos de cada país de América Latina, son problemas interdependientes y, por ende, continentales. Este fue el nuevo mensaje, porque la tradición y el antecedente bolivarianos que comienzan con Miranda, esto es, de independizar a los pueblos latinoamericanos uniéndolos al mismo tiempo, no había tenido sino expresión política y casi también una especie de dimensión idealista o quizá de mimesis por haber visto surgir a los Estados Unidos como una unidad y no como una dispersión de trece colonias. Aquí no se pudo cumplir el sueño de Bolívar, pero el año 1924 se le precisa, concreta, moderniza, se le hace doctrina contemporánea y se le enseña al latinoamericano lo que hoy vemos comprobado absolutamente: que no hay posibilidad de verdadera revolución, de verdadero antiimperialismo, en América Latina, si, coincidentemente, simultáneamente, no se es unionista, continentalista y partidario de la coordinación política, económica de América latina (Aplausos).
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