Nosotros no empleamos la democracia como paso o compás de espera para el socialismo o el comunismo; para nosotros, la democracia es una meta en sí. No queremos pan sin libertad como en Rusia. O libertad sin pan como en otras partes. Queremos ambas cosas. No queremos arrebatar la riqueza a los ricos para dársela a los pobres; lo que perseguimos es crear nuevas riquezas para aquellos que no tienen ninguna. No queremos dictadores desde arriba, como en el fascismo, ni dictadores desde abajo como en el comunismo.

Víctor Raúl Haya de la Torre, entrevista con el periodista Harry Hirschfeld, 23 de abril de 1946.

martes, 27 de septiembre de 2011

¡Fraternidad primero! Por Enrique Valderrama



¡FRATERNIDAD PRIMERO!
Enrique Valderrama

Director Grupo "Convicción"

El advenimiento de la República había mantenido, en lo sustantivo, la sumisión del pueblo peruano respecto de la oligarquía dominante. Así habíamos perdido la Guerra del Pacífico y luego celebrado el primer centenario de nuestra independencia, cantando “Somos Libres” sin serlo a plenitud.

Pero, en 1895 había nacido en Trujillo un niño, Víctor Raúl Haya de la Torre, que prontamente fue tomando conciencia de la real situación de nuestro país y su tiempo histórico, en el marco de Indoamérica; convirtiéndose en el máximo líder del Siglo XX en el Perú.

Pensador insigne, superó a todos los de su tiempo por la claridad y originalidad de su pensamiento,  lo creativo de sus propuestas y su condición de ideólogo y formidable hombre de acción al mismo tiempo,  capaz de convertir la idea en obra y de levantarse como un ejemplo de coherencia entre su pensamiento, su conducta y su vida.

Víctor Raúl aspiró a una sociedad democrática en la que la justicia y la libertad se hermanaran en un solo e inseparable objetivo: “Ni pan sin libertad; ni libertad sin pan” fue su aporte central al fraseo político.
Para alcanzar ese alto propósito, creo un gran Partido que nació como escuela y que nunca abandonó tal condición. En el proceso de formación de su pensamiento, convocó primero a sus compañeros estudiantes y a sus hermanos trabajadores, dando por primera vez al pueblo, un lugar protagónico en el escenario de la historia; para luego concretar esta ambición, enrolando en sus filas a los obreros, los campesinos, los estudiantes, y las clases medias. Así conformó el frente único de trabajadores manuales e intelectuales. Ello significó en su tiempo, una gran revolución. 

El Perú conservador, tembló cuando su creación, el Partido Aprista Peruano o Partido del Pueblo, salió a las calles. En ese momento le declararon la guerra más cruel que recuerde la historia de América Latina. Organizar al pueblo, darle un credo, una fe, una mística y la conciencia de sus derechos,  era algo que no se podía tolerar: constituía una falta de respeto y una afrenta para los señores del poder, de la tierra y del dinero, que rápidamente se asociaron con el militarismo y la izquierda comunista  para contener al APRA.
Así vinieron largas décadas de persecución, destierro, cárcel y muerte para los apristas: Ellos no se arredraron, ni se desanimaron; sino que por el contrario, acrecentaron su fe, su entusiasmo, su amor a la patria y su espíritu de sacrificio.

 Más de ochenta años han transcurrido desde aquellos tiempos fundacionales, de los cuales los hombres y mujeres del Partido del Pueblo, han pasado setenta  y tantos, marginados del poder, excluidos de casi toda posibilidad de desarrollo personal, discriminados en sus derechos y en general, atacados vilmente.
El legado de Haya de la Torre, nos sitúa en la izquierda democrática y  al lado del Pueblo. La libertad y la justicia convertidas en una sola bandera, serán siempre nuestra estandarte de lucha.

Los apristas podemos y debemos debatir acerca de las fórmulas y caminos para lograr esos objetivos que son consustanciales a nuestra organización y a cada uno de nosotros. Somos un partido democrático y ese debate debe formar parte de nuestra democracia interna. Nada de esto nos debe dividir, por el contrario, nos debe unir más.

También podemos y debemos discutir acerca de las estructuras modernas de organización que debemos adoptar para hacer frente a los cambios que se han producido en la sociedad peruana. Todos estos temas son de naturaleza opinable y su discusión alturada, nos debe de enaltecer y acrecentar en el respeto que nos profesemos los unos por los otros.

 Pero no debemos de olvidar jamás, que la parte más significativa e irrenunciable del legado de Víctor Raúl es nuestra fraternidad, nuestra unidad, nuestra mística, nuestra serena alegría en el triunfo, nuestra tranquila y reflexiva admisión de la derrota.

El mayor legado recibido es la actitud espiritual que nos hace sentir compañero de cada compañero: hermano de cada hermano.  A eso le llamamos FRATERNIDAD.

Es este conjunto de valores el que nos hace cívicamente superiores: por ellos  se nos admira, por ellos se nos distingue, por ellos se nos respeta. Son ellos los que hacen que no se nos considere un partido más. Son ellos los que nos permitirán otra vez demostrar que el APRA nunca muere.

 Por todo lo expresado, los jóvenes apristas, levantamos nuestra voz fraterna, para decir que LA FORJA DEL APRISMO DEL SIGLO XXI, PASA POR LA RESTAURACIÓN DE NUESTRA FRATERNIDAD PARTIDARIA, EN CUYA TRAMA DE AMOR Y DE RESPETO DEBEMOS BORDAR, COMO EN LOS TIEMPOS DE VÍCTOR RAÚL, LA OBRA DE ARTE QUE NOS LEGARA “EL VIEJO LEÓN” .


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