¡FRATERNIDAD PRIMERO!
Enrique Valderrama
Director Grupo "Convicción"
El advenimiento de la República había mantenido, en lo
sustantivo, la sumisión del pueblo peruano respecto de la oligarquía dominante.
Así habíamos perdido la Guerra del Pacífico y luego celebrado el primer
centenario de nuestra independencia, cantando “Somos Libres” sin serlo a
plenitud.
Pero, en 1895 había nacido en Trujillo un niño, Víctor Raúl
Haya de la Torre, que prontamente fue tomando conciencia de la real situación
de nuestro país y su tiempo histórico, en el marco de Indoamérica;
convirtiéndose en el máximo líder del Siglo XX en el Perú.
Pensador insigne, superó a todos los de su tiempo por la
claridad y originalidad de su pensamiento,
lo creativo de sus propuestas y su condición de ideólogo y formidable
hombre de acción al mismo tiempo, capaz
de convertir la idea en obra y de levantarse como un ejemplo de coherencia
entre su pensamiento, su conducta y su vida.
Víctor Raúl aspiró a una sociedad democrática en la que la
justicia y la libertad se hermanaran en un solo e inseparable objetivo: “Ni pan
sin libertad; ni libertad sin pan” fue su aporte central al fraseo político.
Para alcanzar ese alto propósito, creo un gran Partido que
nació como escuela y que nunca abandonó tal condición. En el proceso de
formación de su pensamiento, convocó primero a sus compañeros estudiantes y a
sus hermanos trabajadores, dando por primera vez al pueblo, un lugar
protagónico en el escenario de la historia; para luego concretar esta ambición,
enrolando en sus filas a los obreros, los campesinos, los estudiantes, y las
clases medias. Así conformó el frente único de trabajadores manuales e
intelectuales. Ello significó en su tiempo, una gran revolución.
El Perú conservador, tembló cuando su creación, el Partido
Aprista Peruano o Partido del Pueblo, salió a las calles. En ese momento le
declararon la guerra más cruel que recuerde la historia de América Latina. Organizar
al pueblo, darle un credo, una fe, una mística y la conciencia de sus
derechos, era algo que no se podía
tolerar: constituía una falta de respeto y una afrenta para los señores del
poder, de la tierra y del dinero, que rápidamente se asociaron con el
militarismo y la izquierda comunista
para contener al APRA.
Así vinieron largas décadas de persecución, destierro,
cárcel y muerte para los apristas: Ellos no se arredraron, ni se desanimaron;
sino que por el contrario, acrecentaron su fe, su entusiasmo, su amor a la
patria y su espíritu de sacrificio.
Más de ochenta años
han transcurrido desde aquellos tiempos fundacionales, de los cuales los
hombres y mujeres del Partido del Pueblo, han pasado setenta y tantos, marginados del poder, excluidos de
casi toda posibilidad de desarrollo personal, discriminados en sus derechos y
en general, atacados vilmente.
El legado de Haya de la Torre, nos sitúa en la izquierda
democrática y al lado del Pueblo. La
libertad y la justicia convertidas en una sola bandera, serán siempre nuestra
estandarte de lucha.
Los apristas podemos y debemos debatir acerca de las
fórmulas y caminos para lograr esos objetivos que son consustanciales a nuestra
organización y a cada uno de nosotros. Somos un partido democrático y ese
debate debe formar parte de nuestra democracia interna. Nada de esto nos debe
dividir, por el contrario, nos debe unir más.
También podemos y debemos discutir acerca de las estructuras
modernas de organización que debemos adoptar para hacer frente a los cambios
que se han producido en la sociedad peruana. Todos estos temas son de
naturaleza opinable y su discusión alturada, nos debe de enaltecer y acrecentar
en el respeto que nos profesemos los unos por los otros.
Pero no debemos de
olvidar jamás, que la parte más significativa e irrenunciable del legado de
Víctor Raúl es nuestra fraternidad, nuestra unidad, nuestra mística, nuestra
serena alegría en el triunfo, nuestra tranquila y reflexiva admisión de la
derrota.
El mayor legado recibido es la actitud espiritual que nos
hace sentir compañero de cada compañero: hermano de cada hermano. A eso le llamamos FRATERNIDAD.
Es este conjunto de valores el que nos hace cívicamente
superiores: por ellos se nos admira, por
ellos se nos distingue, por ellos se nos respeta. Son ellos los que hacen que
no se nos considere un partido más. Son ellos los que nos permitirán otra vez
demostrar que el APRA nunca muere.
Por todo lo
expresado, los jóvenes apristas, levantamos nuestra voz fraterna, para decir
que LA FORJA DEL APRISMO DEL SIGLO XXI, PASA POR LA RESTAURACIÓN DE NUESTRA
FRATERNIDAD PARTIDARIA, EN CUYA TRAMA DE AMOR Y DE RESPETO DEBEMOS BORDAR, COMO
EN LOS TIEMPOS DE VÍCTOR RAÚL, LA OBRA DE ARTE QUE NOS LEGARA “EL VIEJO LEÓN” .
No hay comentarios:
Publicar un comentario